Por Caro Quintero
“Hoy es miércoles, en caso de que no sepan qué día es”, las palabras que responden a la pregunta que secretamente guardaba en mi mente retumban en el auditorio principal del Musikhuset, y así empieza el tercer día del Consejo Mundial de la Asociación Cristiana de Jóvenes. Encuentro ánimo en saber que somos muchos los que estamos entregados al evento hasta el punto que perdemos la noción del tiempo. Lo que ha sido un reto para mí es conciliar los tiempos entre ir a la oración de la mañana e irme a dormir después de medianoche, simplemente porque quiero aprovechar del tiempo libre para estar con mis amigos; con todo, ha sido maravilloso disfrutar de las más de diecisiete horas de sol que permite el verano danés.
En los pasados días hemos vivido momentos históricos en la YMCA como la celebración de los 100 años de servicio de los Y’s Men International, la elección de una mujer como presidenta por segunda vez consecutiva y la adopción de la visión 2030, decisiones que marcarán en gran medida el rumbo a seguir durante los siguientes cuatro años. Me imagino que cuando el joven George Williams se reunía con sus amigos en aquella fábrica no se imaginó las implicaciones que en el futuro tendría convocar a una asamblea para tomar las decisiones de gobernanza dentro de la asociación. En todo caso, así como cumplimos con lo importante también disfrutamos.
Los días largos del verano vienen acompañados de lluvia, y el baile de paraguas empieza. Todos los participantes del evento caminamos desde el Musikhuset hasta el Den Gamle By. Quince minutos después, nos encontrábamos en el casco antiguo de la ciudad, un museo al aire libre en el que antiguas casas de Aarhus se erigen con gracia en torno a una pequeña laguna. Caminar por sus calles de adoquines se sintió como ser parte de una película, tomamos el almuerzo viendo cómo el agua era despeinada por la brisa, fue memorable. Luego volvió la lluvia y no tuvimos más opción que movernos.
Uno de mis amigos de Hong Kong descubrió que el modelo de Volkswagen que su papá usaba cuando él era niño estaba dando tours gratuitos dentro de la ciudad antigua, el carro incluso tenía el mismo color que el de su infancia. Nuestra amiga alemana encontró el punto de salida e iniciamos el recorrido. En ese momento me di cuenta que estar allí no era una película, que la realidad era mucho más bella que cualquier cosa que yo hubiera visto en una pantalla.